Santo Domingo.- El historiador Milton Ray Guevara calificó hoy como una calumnia las afirmaciones que hace en su libro la hija del dictador, Rafael Leonidas Trujillo, Angelita Trujillo, de que fue el héroe don Luis Amiama Tió, quien ordenó la muerte de las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal. Ray Guevara, defendió la integridad de Amiama Tio y dijo que éste fue esencialmente un mediador, un hombre que amaba este país e hizo grandes aportes.
Dijo que con frecuencia visitaba la casa de Amiama Tió, que vivía en la calle Gustavo Mejía Ricart casi esquina Winston Churchill, donde conversaban y siempre mantuvo su preocupación por los problemas que afectaban al país.
Reclamó que la sociedad y el gobierno repudien las imputaciones hechas por Angelita en el libro “Trujillo, mi padre”, que aseguró ahora busca deformar la historia.
Dijo que se siente indignado ante el atrevimiento de la hija de Trujillo de ensuciar la memoria de don Luis Amiama y llamo a sus familiares a hacerle un sometimiento judicial de manera que la autora del libro sufra las consecuencias por haber emitido estas claumnias.
Ray Guevara habló a través del programa "El Gobierno de la Mañana", que se transmit epor la emisora Z 101.
Este articulo esta basado en el articulo siguiente.
Angelita implica a héroes 30 de Mayo en crimen de las MirabalSanto Domingo.- Angelita Trujillo, hija del dictador Rafael Leonidas Trujillo, relata en su libro que el general José –Pupo- Román Fernández, y no su padre, ordenó el asesinato de las hermanas Mirabal por instrucciones de Luis Amiama Tió, uno de los conjurados en la muerte de su progenitor.
Ella le atribuye a Segundo Imbert Barrera la responsabilidad de supervisar y constatar la ejecución del crimen. Segundo es hermano del héroe Antonio Imbert Barrera, quien también participó en la muerte de Trujillo la noche del 30 de mayo de 1961.
Angelita revela que su hermano Ramfis recibió tres veces en la casa de Boca Chica a Minerva Mirabal, quien lloraba frecuentemente, y diligenciaba que Trujillo libera a su esposo Manolo Tavárez Justo, preso en Puerto Plata.
En su libro “Trujillo, mi padre: En mis memorias, Angelita”, la hija del dictador narra que Román traicionó a su padre y, cuando el plan fracasó, traicionó a sus compañeros de conspiración ordenando “que no fueran capturados vivos para que no lo delataran”.
Amiama Tió, reseña en la obra de 450 páginas que será puesta en circulación hoy en el hotel Santo Domingo y en Miami, era el contacto directo entre Dearborn, jefe del puesto de la CIA en el país, y los conjurados.
Con ese crimen, que calificó de horrendo, detestable, con un sadismo salvaje e indescriptible, el gran perdedor fue el gobierno de Trujillo y los conspiradores los grandes ganadores, precisa la dama en su libro.
De acuerdo con las declaraciones de Román, los ejecutores fueron miembros del Servicio de Inteligencia Militar, dependencia directa de la Secretaría de las Fuerzas Armadas, “a excepción de un señor llamado Segundo Imbert Barrera, responsabilizado de supervisar y constatar la ejecución del crimen”.
En las interrogaciones el general Román dijo que mandó a eliminar a las Mirabal porque Luis Amiama Tió le dijo que era necesario.
“Lo que nos lleva a la interrogante: ¿Quién le transmitió la macabra orden al señor Amiama? ¿Y quién escogió a las hermanas Mirabal como víctimas eficaces, idóneas para el efecto apetecido?”, se preguntó Angelita.
Para describir las consecuencias de este crimen usó una expresión del argot de los jugadores de gallo: “Le dieron un golpe maestro” al régimen de mi padre.
“Trujillo furioso”
Afirma que Trujillo se puso “furioso, furioso de verdad” cuando le informaron del crimen perpetrado.
“Eran muy raras las ocasiones en que mi papá traía novedades políticas a la casa. Sin embargo, era esta una de las pocas veces que no podía disimular su enojo.
Mi mamá fue testigo de su frustración ante este crimen.
Tampoco le eran ajenas las repercusiones y acrimonias que arrastraría este homicidio”, puntualizó.
De más está decir, agregó, que su papá no era hombre de tirar la piedra y esconder la mano, que no rehuía responsabilidades, pues asumía las suyas y las de otros.
Ese conmovedor suceso, hace constar, constituía un dilema para su padre porque tenía que considerar la “intención”.
Creyó Trujillo, dice Angelita en su libro, que Román había actuado en un arre- bato de celos, en la creencia de que actuaba en beneficio del gobierno. “Lógicamente se había excedido en la comisión de un crimen político, por exceso de lealtad, obtusa, pero al fin y al cabo lealtad”.
Trujillo decía –precisa la obra– que para la mente de Román eso era posible, que a lo mejor quiso exhibir su lealtad en agradecimiento a una exorbitante suma de dinero que días antes había recibido para saldar la hipoteca de su finca con el Banco Agrícola.
Para su tío Nené Trujillo, señala Angelita, hasta Johnny Abbes estaba fuera del país cuando se produjo el crimen.
Señor del sombrero
Angelita indica que posteriormente, durante el juicio seguido a los asesinos de las hermanas Mirabal, sucedió algo curioso, pues los acusados hacían referencia al señor del sombrero que desde un carro color rojo verificaba la matanza. “Pero se cohibían de mencionar su nombre en razón de que éste era hermano del héroe Anto nio Imbert Barrera”.
Segundo Imbert Barrera estaba preso, pero Angelita dijo que era obvio que la jerarquía militar del general Román, secretario de las Fuerzas Armadas, le permitió sacarlo de la cárcel “por lo que pienso que este señor debió ser un eslabón clave para la ejecución de este crimen y dentro de la conspiración”.
Pupo
Angelita recuerda que Pupo Román, secretario de las Fuerzas Armadas del régimen, era sobrino político de su papá. “Su esposa Mireya era hija de tía Marina”.
Eso le reforzaba la teoría de que su actuación fue producto de su incompetencia.
“CONDENA A MANOLO Y A LEANDRO GUZMÁN”
Angelita dice en su libro que los señores Manuel Aurelio Tavárez Justo, Leandro Guzmán y Pedro González y sus esposas fueron cabezas destacadas de la estructura comunista del país. En el año 1960, indica, fueron “encontrados culpables y condenados por la justicia dominicana a cumplir condena carcelaria en San Felipe, Puerto Plata, no por ser comunistas, sino por el hecho de “organizar y planificar un atentado contra la vida del generalísimo Trujillo”.
Dijo que a pesar de eso, Minerva, la esposa de Manolo Tavárez, y las demás cómplices condenadas por el referido “delito”, fueron indultadas por orden de su papá. Su papá, consideró, no era machista, sino la persona más expresiva y galante con las damas.
El mismo general retirado Pou, recuerda que conversó en Santiago con el general Echavarría, quien le señaló que acababa de enterarse del crimen, el 27 de noviembre de 1960, dos días después, y le pidió que no lo refiriera a nadie, porque había un mal comentario de que el jefe las mandó a matar. “!Pero el jefe no mata mujeres!, así mismo fue la expresión de Echavarría. Con relación a las entrevistas de Ramfis con Minerva, cree que su hermano se identificó con ella.
Ramfis y Minerva se reunieron en Boca Chica
Angelita narra en su libro que el entonces coronel de la FAD Juan Pou, un amigo de infancia de Ramfis, recibió varias encomiendas de su hermano.
La hija de Trujillo refiere que Pou le dijo que antes de Ramfis viajar a Francia en agosto de 1960 lo mandó a buscar a la base aérea de San Isidro para darle algunas intrucciones.
La encomienda de Ramfis a Pou era buscar a una joven a la calle Josefa Brea esquina Braulio Álvarez para llevarla a la casa de Boca Chica.
Ramfis le había advertido que se trataba de una muchacha muy buenamoza, por lo que creyó que se trataba de un romance. “Al llegar, no entré, la acompañé hasta la puerta donde la esperaba Ramfis, no se me invitó a pasar, de manera que quedé afuera. Después yo por el cristal de la ventana, los veía conversando bastante retirado uno del otro”.
Pou narra que pensaba por qué estaba Ramfis sentado del lado derecho y ella del izquierdo; que ella se secaba las lágrimas, lloraba. “Pensé que ella no quería entrar en nada”, añadió.
A las 5:00 de la tarde, contó Pou, Ramfis lo llamó para que regresara la muchacha al mismo lugar donde la fue a buscar, pero al otro día la mandó a buscar de nuevo.
“Fui a buscarla al mismo sitio y solamente nos saludamos y la llevé otra vez a Boca Chica...No pregunté absolutamente nada, aunque la curiosidad me mataba, pasó lo mismo que el día anterior, lloraba, sacaba el pañuelo y se sacaba las lágrimas. Luego sale, y no dice nada, y vuelvo a llevarla, y la dejo en el mismo lugar”.
A los tres días de ese encuentro, lo mandan a buscarla de nuevo. La misma situación. Pou recuerda que en la autopista se decide a hacerle una pregunta, pues le intrigaba verle llorando tanto.
-Señorita, le voy a hacer una pregunta: ¿Por qué usted llora? -Yo tengo un problema muy grande, le contestó.
-¿Cuál es el problema?, le preguntó.
-Mire, yo soy Minerva Mirabal de Tavárez Justo.
Tengo un problema muy grande porque mi esposo está preso en Puerto Plata.
-¿Qué ha hecho su esposo? -Se ha puesto a hablar muchas cosas en contra del “Jefe”, yo conseguí el teléfono del general Ramfis con una amiga. Ella me dijo que si hablaba con el general, y él con su papá, me lo despachaban. Le sugirió que le dijera a Tavárez Justo que le escribiera una carta al “Jefe” para entregársela. Ramfis salió para Francia el 9 de agosto (1960) y al poco tiempo lo trasladaron a la base de Santiago donde el comandante era el general Echavarría (Chava). A unos tres meses del viaje de Ramfis, añadió Pou, se enteró, el 27 de noviembre, de un accidente que tuvieron unas mujeres apellido Mirabal.
Fuente: Listín Diario
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