EL VALLE, Hato Mayor.- Pedro Martínez Cisneros, es un noble
agricultor de 51 años, que por una enfermedad conocida como Elefantiasis
hubo que amputarle sus extremidades inferiores, pero a pesar de ellos
labora la tierra, trepas a los árboles, camina y corre con sus dos
brazos.
Es un notable agricultor de la comunidad de Arenita, en el municipio
de El Valle, provincia Hato Mayor, donde se afilió a una asociación
campesina que le gestionó con el Instituto Agrario Dominicano (IAD) una
parcela, que se considera la modelo del proyecto AC-La Piñita. “Perdí
mis piernas por una Elefantiasis, pero no he perdido el deseo de vivir,
por eso llevo más de siete años dedicado a darle vida a la tierra,
sembrando más de 20 tareas de plátano, yuca, yautía, rulo, maíz, tayota y
otros cultivos, para poder sobrevivir y ayudar a mi madre y hermana,
que también han perdido sus extremidades, afectadas de Elefantiasis”,
dijo con voz avivada, como con ánimo de seguir viviendo para producir.
Para llegar a su parcela, el discapacitado tiene que recorrer unos 15
kilómetros a caballo y cuando llega al fundo recorrer con sus brazos,
que le sirven de pies, los sembradíos.
Aparte de cultivar la tierra, Pedro Martínez Cisneros hacha grandes
troncos de árboles que permanecen en el suelo y que fueron derribados
por los vientos huracanados del ciclón Georges el 22 de septiembre de
1998.
Llegó a El Valle hace siete años, movido por el deseo de conseguir un pedazo de tierra donde ganarse la vida.
Cuando está en el campo duerme sobre una colchoneta que lanza al
suelo de una zahúrda o rancheta que construyó con techo y cobija de
pencas de yagua, para guarecerse de las inclemencias del tiempo.
No tiene un techo seguro donde vivir en el campo y cuando va al
pueblo a vender los rubros y frutos recolectados, entonces duerme en el
piso de la iglesia donde se congrega, la Iglesia de Jesucristo el Buen
Samaritano”, de El Valle.
Ha preferido pernoctar más en el campo, llevando una vida solitaria,
teniendo que producir y cocer sus alimentos para subsistir y prolongar
su vida.
Perdió sus dos piernas debido a la Elefantiasis hereditaria que
afecta a la familia, una enfermedad donde la sangre no tiene
protagonismo por las bacterias.
La primera pierna le fue amputada 1978 y la otra en 1987.
Su impedimento físico no ha sido motivo para quedarse en casa, pues
ahora el diminuto hombre ha preferido escoger las empinadas montañas del
proyecto agrario AC-La Piñita, en la sección Arenita, en El Valle de
Hato Mayor, para producir lo que va a comer para vivir y ayudar a su
madre, Dilia Cisneros y su hermana Altagracia, a quienes la Elefantiasis
las tienen postrada que no pueden movilizarse en Sánchez de Samaná.
“Cuando estoy en el campo me acuesto a las 7:00 de la noche, pero ya a
la 4:00 de madrugada tengo los brazos sobre la tierra, para caminar al
conuco; no tengo descanso, llevo una vida de miserable, pero he tenido
que ajustarme a mi condición de pobre”, apuntó.
Su discapacidad le ha permitido desarrollar habilidades asombrosas,
como poner el freno, ensillar o aparejar su caballo joco, así como
trepar a los cocoteros y quenepas, cuando hambre de frutas tiene.
Es padre de dos hijas: Mercedes, de 28 años, que procreó antes de que
le amputaran sus piernas y a Yokasty de 16, que engendró después que
quedó sin sus extremidades inferiores y quienes lo visitan a menudos en
el campo..
Tiene el valor que le falta a hombres que teniendo sus dos piernas y
brazos se han dedicado a ser pedigüeños, robar y matar para conseguir
dinero.
Nunca conoció a su padre, pero dijo que aprendió de su madre a no
rendirse y buscar de Dios, “lo que he hecho para ganarme la paz
espiritual que siento, aunque esté arropado de miseria”.
Al noble y laborioso campesino no se le puede mencionar o recordar a
su progenitora, Doña Dilia Martínez, porque de inmediato los parpados
se humedecen y hay que agarrarlo y consolarlo, porque de inmediato entra
en estado de depresión.
“Es que ya puedo hacer poco por mi madre, ella está postrada en una
cama con sus dos piernas más gordas que la las patas de una elefante
vieja, y mi hermana Altagracia, que está con ella también tiene una su
pierna derecha amputada por culpa de la Elefantiasis y no tiene
próstesis”, suspiró al hablar para luego dejar escuchar un quejidos de
impotencia… “Caramba Dios, ayúdame, es ahora que te necesito”.
“Si alguien me va ayudar, que lo haga primero con mi madre, que
tiene sus dos piernas más gorda que las patas de un elefante gigante y
no tiene recursos para enfrentar la enfermedad que la consume cada día
bajo el zinc de una humilde casa de madera alquilada en la comunidad de
Arroyo Higüero, en Sánchez de Samaná.
A Altagracia Martínez Cisneros, su hermana le amputaron la pierna
derecha, afectada de la misma enfermedad, pero que le hace falta una
próstesis para poder movilizar y ayudar a su madre a realizar sus
necesidades fisiológicas.
Esta familia oriunda de la comunidad arrocera conocida como “La
Gorda”, a unos 8 kilómetros de Nagua, vive un cuadro desolador que
amerita que el gobierno Central o gente de buen corazón vaya en su
auxilio, para poder prolongar los años de su sufrida vida.
LA ELEFANTIASIS
Esta enfermedad que llevó a Pedro Martínez Cisneros a perder sus
piernas, a su hermana perder otra y a su progenitora estar postrada en
cama, se caracteriza por el engrosamiento de la piel y los tejidos.
Es una enfermedad de origen bacteriana y es causada por la filariosis
o podoconiosis y en presencia de gusanos microscópicos, parásitos
La elefantiasis se produce en presencia de gusanos microscópicos, parásitos, transmitidos por los mosquitos.
Es una enfermada que se agrava con las infecciones oportunistas,
según el doctora Elsa Ruiz, dermatóloga que ha tratado varios casos en
la región Este.
Es una enfermedad común en las regiones tropicales y África. Los gusanos adultos viven solamente en el sistema linfático humano.
Según los expertos médicos, los esfuerzos en todo el mundo para
eliminar la filariosis linfática están en camino de ser potencialmente
exitoso para el año 2020. No existe vacuna disponible, pero es probable
que se desarrollen en un futuro próximo.
Fuente: acento.com.do
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