El zumbido en los oídos de Danilo Medina debe ser peor que un
acúfeno grave. La alucinación de un enjambre de abejas ansiosas por
picarle o libar algún néctar debe ser abrumadora. Si fuera un jugador de
póker, sería un adversario terrible, pues no suelta seña ni prenda de
la mano que le ha tocado jugar.
A apenas dos semanas de asumir la Presidencia de la República, toda
clase de rumores mortifican a políticos oficialistas, preocupan a
funcionarios con ganas de seguir funcionando y entretienen al público
que sigue los avatares partidistas.
El Presidente Medina tiene ante sí muchos retos pero casi todos le
ofrecen brillantes oportunidades de realizar un excelente gobierno,
contrario a lo que vienen predicando cizañosos que quisieran meter cuñas
entre el presidente entrante y el saliente, Leonel Fernández.
Este último ha confiado privadamente a quienes han tenido la dicha de
conversar con él en estos días finales de su tercer mandato, que se
propone dedicarse a una tarea política urgente: la modernización del
Partido de la Liberación Dominicano, donde es casi impostergable ir
podando las ramas secas, abonar sus raíces y estimular la renovación que
tanto ansían sus dirigentes medios y cientos de miles de simpatizantes
organizados.
Fernández además ha indicado su intención de apoyar plenamente a su
sucesor, pues contrario a como había ocurrido siempre en la tradición
democrática criolla, es la primera vez que un jefe del Estado electo
entregará el mando a un sucesor de su mismo partido. Balaguer nunca lo
hizo, Guzmán se suicidó, y todos los demás han entregado a opositores.
A mí me parece que quizás el presidente electo está siendo demasiado
cauto o conservador en la manera en que se administra él mismo, pues sé
de casos de relevantes empresas y personas a quienes se les ha hecho
cuesta arriba tratar de comunicarse con él o a quienes se reputa como
sus más íntimos colaboradores. Pero es entendible que estén muy
ocupados…
La raíz de todos los problemas que deberá tratar de resolver el nuevo
gobierno, desde el déficit fiscal hasta el famoso 4% del PIB para la
educación, pasando por cerrar la brecha entre ricos y pobres, estimular
la inversión, combatir la corrupción y mejorar la seguridad ciudadana,
tiene que depender de una reforma fiscal integral. Ojalá sea a eso que
los nuevos gobernantes están dedicando tanto tiempo.
Fuente:Hoy
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