Los ocho años consecutivos de gobierno de Leonel Fernández marcan una
etapa de estabilidad y crecimiento económico, con un legado importante
de construcciones aunque financiadas con enorme endeudamiento, dejando
déficits fiscal y de balanza comercial que cuestionan la sostenibilidad
del modelo de desarrollo.
Las graves deficiencias en educación, energía y competitividad, junto
al clientelismo, la corrupción, falta de transparencia y precariedades
institucionales arrojan un balance decepcionante de la gestión de un
líder que enarboló el discurso de la era de la información y la sociedad
del conocimiento.
Los mayores logros
La estabilidad macroeconómica con crecimiento
promedio anual del 8 por ciento del producto bruto interno y un
significativo legado de construcciones han sido los mayores logros del
gobierno de ocho años que culmina la próxima semana.
Es generalizado el criterio de que el doctor Leonel Fernández se
inscribió en la historia de los grandes constructores junto a Rafael
Trujillo y Joaquín Balaguer, aunque con la diferencia de que lo hizo en
base a un financiamiento que triplicó la deuda pública, de 7,900 a más
de 24 mil millones de dólares y con déficits fiscales que en los últimos
cinco años, incluyendo el actual, superan los 300 mil millones de
pesos.
El sostenido crecimiento económico, con control de la inflación y la
tasa cambiaria durante estos ocho años nadie se lo podrá discutir al
presidente Fernández, como tampoco una extensa red de comunicación
terrestre, que va desde dos líneas de metro hasta múltiples elevados,
pasos a desnivel, carreteras y puentes, así como edificaciones
gubernamentales, de escuelas y hospitales.
También hay que acreditarle la aprobación de múltiples reformas
institucionales, muchas de las cuales se cumplen precariamente, y una
nueva Constitución con rasgos contradictorios de modernidad y
retrocesos, pero que le ha permitido, con la colaboración de opositores,
acumular un enorme poder político que mantendría tras salir del
gobierno, gracias a su capacidad para atraerse adherentes en base al
reparto de cargos y parcelas de poder en nuevos y viejos organismos
estatales.
Importantes avances en la implementación del sistema de seguridad
social y la ampliación de las relaciones exteriores, con mayor presencia
en los organismos internacionales, figuran también entre méritos que se
reconocen a la gestión que finaliza, aunque con un costo excesivo y
nada transparente en más de 60 extensos viajes presidenciales por una
treintena de naciones.
Grandes cuestionamientos
La baja inversión en educación, apenas por encima
del 2 por ciento del PIB, contrariando la constitución, la ley, el
sentir nacional y hasta sus propios planteamientos, es el mayor
cuestionamiento de una gestión que se benefició de 6 reformas
tributarias que junto al endeudamiento le permitieron triplicar el
presupuesto nacional, que pasó de 139 mil millones de pesos en el 2004 a
los 511 mil millones destinados para el 2012. El mandatario que habla
de la sociedad del conocimiento prefirió seguir la tradición de
autoerigirse un pedestal del visible cemento y el asfalto, reproduciendo
a los dos caudillos que dominaron el escenario nacional del siglo
pasado.
La calidad del gasto, sin respetar prioridades, con enormes
dispendios, escasa transparencia y generalizada corrupción, es de los
baldones que se le enrostran al presidente Fernández, beneficiario él
mismo con su Fundación Global de prácticas de tráfico de influencia
condenadas en todas las democracias. Una desmesurada elevación del gasto
corriente ha determinado que la inversión pública dependa hasta un 90
por ciento del financiamiento. La nómina pública creció un 63 por ciento
al pasar de 400 mil a 653 mil personas.
Desde el discurso de juramentación en el 2004 se prometió resolver la
grave crisis energética con la instalación de megas plantas de carbón y
la conversión de otras a gas natural para abaratar el servicio, así
como con la renegociación de los contratos onerosos con generadores,
recapitalizar las distribuidoras y conjurar el robo y las pérdidas de
energía para reducir el subsidio gubernamental que hace 8 años
promediaba 25 millones de dólares anuales y que, al contrario, se ha
multiplicador 40 veces ya que en el último cuatrienio ronda los mil
millones de dólares por año.
Igualmente escasa ha sido la inversión en mejorar la capacidad de la
Policía para combatir la creciente criminalidad y el narcotráfico que
generaron grandes escándalos y cada vez más involucraron a los propios
agentes del orden y militares. Con rasos ganando 5 mil, sargentos de 8
mil, tenientes de 10 mil y coroneles de 20 mil pesos, nadie debe
sorprenderse de la ineficiencia policial y el consiguiente incremento de
la inseguridad pública.
Corrupción y competitividad
Tras ocho años de gobierno el presidente Leonel Fernández deja al
país como campeón mundial en malversación de los fondos públicos y
corrupción, así como en declive en su capacidad competitiva, con
escándalos de todos los calibres, entre los cuales resalta el contrato
de 130 millones de dólares con la Sun Land, considerado el mayor de la
historia nacional.
La corrupción y la falta de transparencia la han certificado
sistemáticamente organismos como Transparencia Internacional, el Banco
Mundial y el Foro Económico Mundial, cuyo Indice de Competitividad
2011-12 coloca a la República en la posición 110 entre 142 naciones
evaluadas, con descenso de 17 escalones desde el 93 que registró en el
2007.
Con la última posición en “despilfarro en el gasto gubernamental”
entre 142 países evaluados por el Foro, la 141 en “favoritismo de los
funcionarios del gobierno”, y la 140 en “desvíos de los fondos
públicos”, se puede asumir que Dominicana es campeona mundial en
corrupción. La “calidad del sistema educativo” está en el escalón 136,
“educación matemática y científica” en el 139 y la “calidad de la
educación primaria” desciende hasta el 140.
El reparto de los recursos públicos se hizo norma de gobierno para
mantener los militantes propios y atraerse a decenas de partidos y
grupos con la entrega de parcelas estatales, lo que a la vez debilitaba
la institucionalidad del sistema de partidos y de muy diversas
instituciones sociales. Se desbordaron los altos salarios públicos, los
barrilitos, cofrecitos, nominillas y repartos de todo género y el
presidente otorgó cientos de pensiones privilegiadas de 40 y 50 mil
pesos a personas que no se las ganaron e incluso que no las necesitaban.
El gobierno de Leonel Fernández acumuló la alarmante cantidad de 340
viceministros y subsecretarios, más de 300 generales militares y
policiales y hasta diciembre pasado tenía una nómina de 1,163 personas
designadas en cargos diplomáticos y consulares, muchas de las cuales no
han sido acreditadas por los gobiernos donde fueron destinados.
Graves interrogantes
Tras ocho años consecutivos de crecimiento
económico, el presidente Fernández deja al 41 por ciento de la población
en niveles de pobreza, 10 por ciento en la indigencia, según fue
certificado la semana pasada, y con un millón 840 mil tarjetas para
acceder a programas de asistencia social y subsidios, el mayor de los
cuales es de 700 pesos mensuales, (una libra de arroz por día), que no
estimulan a nadie a salir de la pobreza, pero mantienen clientelas y
subordinación.
El legado del doctor Fernández de un déficit fiscal que este año
superará los 100 mil millones de pesos, y los déficits de la cuenta
corriente de la balanza de pagos, sobre 4 mil millones de dólares
anuales, y de la balanza comercial que promedia 8 mil 600 millones de
dólares anuales en el último cuatrienio, representan serios
interrogantes a la sostenibilidad económica del país, especialmente
cuando se extiende la crisis económica internacional.
De ahí los reclamos de los sectores productivos que se quejan de una
política económica que ha sacrificado la productividad nacional, con
energía insuficiente y cara y escasa educación, con serias dificultades
de competitividad hasta con Centroamérica y que privilegia las
importaciones, acentuando el desnivel con casi todos los países del
intercambio nacional. La convicción del sector empresarial y de los
analistas de la economía es que el modelo de desarrollo nacional, que no
genera empleos de calidad, con 57 por ciento de informales, está
agotado y pone bajo interrogantes la sostenibilidad del país en la
medida en que se agota la capacidad de endeudamiento.
Es relevante que el doctor Fernández será el primer presidente
dominicano que entrega el poder a un sucesor del mismo partido, pero
hasta en sus últimos días se ha empeñado en gastar más de lo percibido,
en su empeño por inaugurar obras aunque no estén concluidas, dejando un
desorden financiero que dificultará el arranque del nuevo gobierno y lo
obligarán a exponer su popularidad con una dramática reforma que ésta
vez no podrá ser sólo tributaria, sino fiscal e integral.-
(*) Escrito para el diario Hoy. Acento lo publica con autorización del auto
No hay comentarios:
Publicar un comentario