Hoy quiero contarle la historia de Juan Pérez, un hombre que
en busca de trillar camino decide ser parte de una organización política, por
sus habilidades rápidamente logra escalar posiciones, no sin antes pasar y tropezar
con muchas zancadillas propias de la envidia de esos que han permanecido estáticos
por su falta de talento e ignorancia.
En poco tiempo logra
convertirse en la voz defensora de esta organización, su defensa tan aguerrida
y radicar lo hacen ganador de adeptos y enemigos acérrimos que los adversas, llegando
al extremo de disfamarlo con calumnias y cuantas mentiras puedan existir, otro
comportamiento (normal) dentro del difícil medio que decidió recorrer.
No importaba que fuera a vejado, en muchas ocasiones humillados
por sus propios compañero Juan Pérez continuaba sin inmutarse con el único propósito
de lograr sus ideales y sus metas, el triunfo de su organización política,
porque entendía que el triunfo de ésta seria un mejor bienestar para su pueblo,
su gente y su país.
Enfrascado en una lucha titánica, muchas veces en contra de
su propia familia y amigos, Juan Pérez seguía su norte, pasaron veinticinco
años en esta lucha y defensa de lo que él entendía que era lo mejor.
Hasta que cansado de luchar y defender esos principios ideológicos,
ve con pesadumbre que todo su esfuerzo han sido en vano, y que al parecer solo él
luchaba y defendía su partido por ideología, mientras sus compañeros se aprovechaban
de la más mínima ocasión para alzarse con lo que pudieran, donde solo importaba
las ambiciones individuales, sin importar la suerte que corriera la organización.
Una lucha por símbolos, que representaban en una ocasión la
esperanza de la gente, pero que para los lideres solo representaba poder político,
económico, social, y una manera de negociar por su propio intereses.
Juan Pérez cabizbajo y pesaroso, una mañana se detiene en su
andar, y se da cuenta, que por todo lo que el lucho no fueron más que quimeras,
que solo él seguía una ideología trasnochada, mientras otros se hacían rico, con gente que como él eran manejado y vendido
al mejor postor.
Decide Juan Pérez dejar atrás por lo que tanto lucho, deshacerse
definitivamente de algo, que más que bien, le estaba haciendo mal, entonces descubre
que cuando quiere desapartarse y emprender por camino propio y separado, esos
que él defendía, hoy le gritaban como a Jesús Cristo “Crucifíquenlo, crucifíquenlo”.
Por: Rafael Jáquez
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