Esta
condición podría decirse que es esencialmente intrínseca al perfil de
cada persona. Sin embargo, es algo que se puede perfeccionar con la
madurez que se adquiere con la experiencia. También con el conocimiento
que se adquiere a nivel académico.
No se podría decir que quienes se forman
académicamente alcanzan ese estado de sosiego, prudencia y racionalidad
que se muestra cuando se tiene inteligencia emocional.
Incluso, se puede ver claramente que hay muchas personas muy bien formada académicamente que carecen de inteligencia emocional.
En cambio, muchas otras no disponen de esa
formación formal en las aulas, pero su carácter natural es rico en
abundancia de esta inteligencia. Quienes logran combinar ambas
condiciones son altamente eficaces en su vida profesional, en cualquier
área en que se desempeñan.
Cuando sólo se dispone de unas de estas dos
condiciones, hay quienes estiman que la emocional puede ser más útil
para el éxito que la formal.
Quizás por eso muchas personas fracasan estando
bien formadas en las aulas, al carecer de esa inteligencia emocional
que es lo que proporciona la capacidad para manejar situaciones
difíciles en la cotidianidad, en cualquier ámbito en que se
desenvuelvan.
En el ejercicio de liderazgo es muy notorio el potencial como la dificultad de las personas para conducirse.
En la política es tal vez una de las áreas en que
más sale a relucir esa condición. Sale cuando se cuenta con ambas
condiciones, como también cuando sólo se dispone de una de ellas.
Cuando se logra tener las dos condiciones los
resultados son abundantes y notorios en cualquier actividad en que se
desempeñe la persona, pero sobre todo en la política, por lo colectivo
que es ese oficio.
Fuente:nuevo diario
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